viernes, 24 de diciembre de 2010

El extraño caso del hombre y la bestia (XI)

11.  LA MADRE DE LAS HISTORIAS.  Parte séptima.   

1. Mitos, supersticiones, hechicerías, cábalas, alquimias y sortilegios


E
n uno de mis anteriores comentarios hice mención a la necesidad de seleccionar palomas que fueran rústicas y, además, resistentes a las enfermedades. Por rusticidad debe entenderse una buena adaptación natural a los climas y ambientes en que se desenvuelven. Como deben regresar a sus palomares tratando de vencer los variados obstáculos que aparecen ese día (y a veces los siguientes) en su camino, y fundamentalmente, la situación climática imperante en cada oportunidad en que les toca hacer esto, es evidente que si no estuvieran en condiciones de superarlos, de poco y nada valdrían las cosas que hacemos de continuo para que puedan volar rápido y bien. Para colmo, el campeonato social comienza en nuestro país terminando el otoño y comenzando el invierno, lo que no pasa en Europa, de modo que tienen que acomodarse perfectamente a las muchas inconveniencias que esas frías estaciones traen aparejadas. Aparte de eso, muchas veces no regresan en el día de la suelta, así que si no estuviesen en condiciones de pasar la noche afuera, más valdría entonces que las dejásemos en casa. Sería un despropósito, por lo tanto, crearles artificialmente un clima demasiado confortable en el palomar cuando el primer día de la semana (domingo) deben quedar totalmente expuestas a las inclemencias del tiempo. No quiero decir con esto que deban dormir a la intemperie ni que su vida en el palomar no tenga que ser placentera, pero sí que no hay que pifiar en esto ni por exceso ni por defecto. Hay personas que creen que si tapan el frente de su palomar con una lámina plástica eso va a beneficiar a sus aves, y hay también otras que les encienden estufas, así la pasan mejor. Seguramente esas bienintencionadas personas saben que sus aves son animales homeotermos, como ellas mismas, pero ignoran a lo mejor que su temperatura corporal es muchísimo más elevada que la nuestra y que, haga frío o calor, ellas llevan siempre puestos sus abrigados sobretodos. Antes de dejar esta cuestión atrás, porque da para mucho, debo agregar que la falta de rusticidad está estrechamente vinculada con la temática que estoy  punto de abordar ahora: la salud, un asunto que en realidad merecería ser tratado con la amplitud necesaria y conveniente y que no creo que pueda reducirla a tres o cuatro carillas. Se define como salud, al funcionamiento normal y armónico de un organismo. Es un estado en el que se suceden, de un modo regular, todas las manifestaciones vitales (alimentación, metabolismo, movimiento, sensaciones, actividad síquica), permitiéndonos inferir así la constitución y funcionamiento normal de todos los órganos. Para la Organización Mundial de la Salud (OMS), se trata de un estado de completo bienestar físico, mental y social; no meramente una ausencia de enfermedad o invalidez. Se entiende por bienestar físico, la sensación especial que se experimenta cuando existe una adaptación integral del organismo al medio físico, biológico y social en que vive y se desarrolla. Por eso se dice también que la salud se halla condicionada al cumplimiento de la denominada ley del óptimo, ya que para que exista, es necesaria la influencia de un óptimo de aireación, de iluminación, de temperatura, de humedad, de sustancias alimenticias, de espacio disponible, de actividad, de descanso, de higiene, etcétera, etcétera. Ahora bien, lo opuesto diametralmente a este estado normal de equilibrio físico, psíquico y social de un organismo, es la enfermedad, definida como una desviación de la salud, una desadaptación del organismo a su medio, incluyéndose en este concepto las causadas por la carencia de factores nutritivos, la anormal actividad de algunas glándulas o células, las afecciones mentales, las infecciones, etc. Este estado antagónico de la salud, es, pues, el resultado de la presencia de una irregularidad en el funcionamiento orgánico, acompañada por modificaciones anatómicas, con la consiguiente pérdida de la sensación de bienestar. Entre las muchas causas que ocasionan las enfermedades puedo citar a modo de ejemplo y para no extenderme demasiado, la presencia de traumas mecánicos, la influencia de agentes térmicos y la agresión de los agentes macro y microbiológicos. Como a los aprendices de brujos que somos todos los palomistas, nos fascina el problema que está conectado con estos últimos, me parece conveniente que señale que para que una enfermedad de esa etiología pueda realmente presentarse, tres son los factores que deben concurrir indefectiblemente. Así como para que se desate un incendio hacen falta tres factores esenciales, material combustible, temperatura elevada y la existencia de oxígeno, para que una enfermedad pueda presentarse, deben interactuar conjuntamente tres cosas, el agente etiológico, el medio de transmisión y el estado de receptividad del individuo pasible de experimentarla. Si nosotros imposibilitamos la influencia de uno sólo de estos requisitos, ella no se presentará. No importa, pues, que existan, como existen, gérmenes patógenos por todas parte, si ellos no pueden llegar hasta el organismo al que podrían llegar a afectar, y tampoco si, habiendo llegado hasta él, éste se encuentra en condiciones de anularlos mediante el despliegue de sus defensas naturales. Naturalmente, si manejamos bien nuestro criadero, si alimentamos adecuadamente a nuestras aves y si ellas son naturalmente resistentes a las enfermedades, no se enfermarán. Hay que cuidarlas, sí, pero eso no quiere decir en modo alguno que debamos extremar  las medidas profilácticas al estilo de nuestros antecesores decimonónicos, a cal  y soplete, cayendo en el defecto contrario, porque si nuestras palomas vivieran en un medio completamente aséptico,  totalmente libre de agentes infecciosos, las defensas orgánicas no aprenderían a actuar, desconocerían totalmente al enemigo, y éste se aprovecharía de esa ignorancia para tomarlos por asalto. El problema que la inmensa mayoría de los criadores de palomas de carrera tiene en estos momentos, es que cree que las suyas están siempre enfermas, que la salud es en ellas la excepción y no la regla. (Deberían saber y tener siempre en cuenta, que no hay enfermedades hasta que no se manifiestan en los enfermos y que es a éstos a quienes hay que tratar de curar cuando realmente lo están.) Y como creen que están constantemente enfermas, suponen que el único recurso del que disponen para poder clasificarlas en los concursos, consiste en medicarlas permanentemente. Es una patética y perjudicial necedad ponerse a luchar contra enfermedades totalmente imaginarias, porque los remedios, cuando esta insensatez ocurre, terminan resultando peores que ellas. ¿Qué queremos curar en un organismo que no está enfermo? ¿Por qué desestabilizar tontamente el equilibrio de la fauna microbiana benéfica? Todos los seres vivientes la tienen y (como podemos ver en nosotros mismos) normalmente no los afecta para nada. ¿Qué es lo que se desea impedir? ¿Las enfermedades bacterianas? Ellas no se pueden prevenir, justamente porque los medicamentos de que disponemos para combatirlas, al contario de las vacunas, no alertan a los mecanismos inmunitarios que el organismo posee para que, de llegar realmente a presentarse, puedan entrar rápidamente en acción. Es como gastar pólvora en chimangos. La paloma de carrera debe ser naturalmente sana. Debemos criar ejemplares que sean resistentes a las enfermedades. Los débiles y los que se enferman constantemente no nos sirven para nada. Además, curar innecesariamente y curar mal, lo único que hace es aumentar la resistencia de los agentes patógenos a la acción de los antibióticos y a eso nos está llevando por estos días el suministro indiscriminado de fármacos a nuestras aves. ¿Con qué vamos a curar cuando ellos se vuelvan ineficaces? Es una verdadera pena que las autoridades correspondientes no hayan prohibido aún la venta libre de antibióticos de uso veterinario, porque su acceso irrestricto permite que personas que no saben un corno de medicina se conviertan en chamanes, brujos y hechiceros, sin darse cuenta de las consecuencias nefastas a las que esta incalificable práctica puede conducir y que por lo general conduce.  




Agradeceré citar la fuente.

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