viernes, 24 de diciembre de 2010

El extraño caso del hombre y la bestia (X)


10.  LA MADRE DE LAS HISTORIAS.  Parte sexta. 

La clase de deporte que practicamos (o más bien, que deberíamos practicar.)


D
ije en mi anterior comentario, que el fin último de nuestra actividad consiste en mejorar lo más que nos sea posible nuestra paloma, porque todavía es una raza en proceso de formación. Que como es de carrera[1], el medio de que disponemos para perseguir esa meta perfectiva, radica en concursar las generaciones que sucesivamente vamos produciendo, para ver, primero, si las parejas que hemos armado (y que deberían ser de buena procedencia) dan efectivamente productos de calidad; y segundo, si al pasar después a la reproducción los mejores de éstos, demuestran que son capaces de transmitir las cualidades que heredaron de sus progenitores y hasta de volverlas aún mejores con el concurso de los ejemplares con los que sean oportunamente apareados. Este chequeo cualitativo lo podríamos hacer al principio, enviando por nuestra cuenta, a distancias crecientes, los productos que hayamos ido obteniendo y observando cuáles son los que regresan en los primeros lugares y si lo hacen o no con regularidad. Pero eso nos serviría sólo por un tiempo y únicamente para ver cuáles de nuestros reproductores dan buenos hijos y cuáles no. Más tarde o más temprano, caeríamos en la cuenta de que la presunta bondad que hayamos conseguido establecer de las puertas del palomar para adentro tiene un valor meramente personal, muy relativo, y que para que sea realmente confiable, necesitará ser forzosamente confrontada con la calidad de los productos obtenidos por los criadores residentes en la zona en que vivimos, con la condición de que la forma en que llevemos a cabo tales pruebas, permita que los resultados sean equitativos, justos, reales, objetivos, imparciales, honestos. La necesidad predicha y también la de abaratar costos, llevó a los pioneros en estas lides a asociarse y a afrontar mancomunadamente los gastos de transportación. Pero el logro más importante que quizás le podríamos atribuir a la formación de las asociaciones colombodeportivas, fue la de establecer reglas que aseguraran la obtención de resultados ecuánimes y que beneficiaran así, primero que nada, a la paloma, después al asociado y por último, a la subsistencia de ellas mismas, que no son clubes sui generis, como algunos creen, sino entidades creadas específicamente para que la finalidad última de la cría de nuestro colúmbido pueda llevase a cabo por su intermedio. Yo creo que lo primero que tendrían que saber las personas que quisieran participar en estas confrontaciones es para qué se realizan, por qué existen tales normas de comportamiento y, además, que hay que cumplirlas indefectiblemente. Como todas las de su especie, son perfectibles, pero mientras no hayan sido reformadas, actualizadas, mejoradas, hay que cumplirlas a rajatabla, porque contribuyen a estructurar nuestro quehacer desde los pies hasta la cabeza y si se desconocieran o violaran, todo se iría al traste. Muchas son las personas que se han preguntado en distintas épocas, en diversos medios y a propósito de determinados sucesos, si realmente la “colombofilia”[2] es un deporte y si lo es, si se trata de algo serio o de una mera puerilidad, de algo así como jugar a las bolitas, remontar un barrilete o travesear con lo de la mancha venenosa. Yo ya señalé cuál es la finalidad que deben perseguir las carreras de palomas. Esta finalidad es pues, seria, muy seria y, además, trascendente. Y aun cuando así tiene que estar encarada la cosa, podría  bajo ciertos aspectos ser considerada, además de seria y adulta, una linda recreación, un entretenimiento placentero, pero nunca un pasatiempo infantil ni cosa que se le parezca. Así que para dejar bien planteada la cosa, diré que el fin de la clase de colombicultura que nosotros llevamos a cabo es perfeccionar la paloma belga de carrera; que el medio que utilizamos a tal efecto es correrlas, para poder así seleccionar a las mejores; y que esta última acción puede resultar (y debería resultarnos) también entretenida, gozosa, y ajustarse de este modo perfectamente al significado que tiene el vocablo “deporte”. Algunos deportólogos de esa extracción, pontifican que esa palabra nos viene del viejo francés desport y que quiere justamente decir “entretenimiento”; pero yo puedo decirles[3] que con el significado de “placer” y también de “entretenimiento”, ya era usado en nuestra lengua para 1440 como depuerto, y derivaba del antiguo deportarse, que significaba hacia 1260  “divertirse, descansar”.  Esta voz provenía del latín culto deportare, que valía tanto como trasladar, transportar y quizá distraer la mente.  La palabra deporte fue resucitada por los hispanohablantes en el siglo XX para traducir el inglés sport, que había sido tomado, a su vez, del francés antiguo deport. Pero si todo deporte tiene visos de pueril, (y afortunadamente lo tiene) lo ha heredado de lo mejor que los entretenimientos infantiles tenían y tienen aún, y que consiste en crear las condiciones propicias para reunirse con los amigos a fin de (en nuestro caso, volver a) jugar juntos, una de las formas más agradables que existen de poder demostrar el maravilloso sentimiento de amistad, de afecto o de camaradería que nos liga a ellos. Hablo aquí, por supuesto, del deporte bien entendido, no de las locuras que muchos cometen escudándose en su nombre. Ahora bien, cuando cada sábado hacemos la prueba de la calidad de las palomas que conjuntamente mandamos a correr, lo primero que deberíamos tener en mente es que, por más que esas palomas compitan entre sí sin saberlo, si queremos ver en esto un deporte, tendríamos que hacernos cargo de que cada palomista interviniente es un rival, no un enemigo, y un contrincante que tampoco debemos menospreciar, ya que seguramente ha tratado de enviar sus mejores palomas a esa carrera y las ha cuidado previamente con igual o mejor preocupación que nosotros. En segundo lugar, que jamás las carreras de palomas van a resultar absolutamente exactas, justas, matemáticas, precisas, porque ellas deben arribar a metas que ocupan distintas posiciones espaciales[4] y porque siempre algunos palomares se van a ver algo beneficiados o perjudicados por la incidencia de varios factores impredecibles, entre los cuales me parecen los más definitorios la dirección y la velocidad del viento y el tipo de orientación que ellas se hayan visto obligadas a utilizar en la oportunidad, que no siempre les permite navegar en línea recta. Otra de las cosas que deben saber quienes hacen correr sus palomas es que en cualquier deporte se gana, se pierde o se empata y que no hay ninguna otra posibilidad, por lo que deben aceptar estas reglas del juego. Que por lo general no se gana siempre, que se pierde sí muchas veces y que se empata casi nunca. Que si las condiciones bajo las cuales han tenido lugar estos acontecimientos se ajustan a lo reglamentado y han sido parejas para todos, los resultados no deben dar lugar a esa verdadera lacra que es la actitud antideportiva, traducida por lo general en irritación, descontento, queja, aflicción, envidia, antipatía, acritud, resentimiento, odio, rabia, furor, amargura y lo que es peor, en el desconocimiento injusto de los méritos de los demás. La competición debiera ser el crisol donde se moldea el carácter y no el plano inclinado donde va a parar notoriamente lo peor que llevamos dentro. Y como ya no me queda espacio para agregar algo más a lo dicho, me ocuparé de especificar qué clase de deporte es el nuestro cuando es visto como tal. Se trata de uno de los considerados de alta competición, porque busca el máximo rendimiento de nuestras aves y exige de nosotros que seamos excelentes preparadores. Es colectivo, porque somos muchos los que corrientemente los practicamos a la vez. Pertenece, claro, al tipo de aquellos en que intervienen animales preparados al efecto por los seres humanos, aunque no son como esos en que estos últimos compiten junto con ellos, como sería, por ejemplo, el caso de las carreras de caballos. Es un deporte que apunta al mejoramiento de la paloma de carrera, que busca el dominio del medio externo y que se lleva a cabo, por supuesto, con la incertidumbre de dicho medio, porque las condiciones del tiempo pueden variar (y por lo general varían) mientras tiene lugar el evento. Es, además, de aquellos que tienen lugar en el aire, con la coexistencia de varios compañeros (las palomas inscritas por cada propietario), pero donde no existe comunicación interindividual, o ella tiene lugar sólo excepcionalmente. Tiene también la particularidad de que existen muchos adversarios al momento de practicarse, tanto del lado de las palomas como de la de sus dueños, con la diferencia de que ellas no lo saben y ellos sí. Pero el esfuerzo, al momento de competir, lo hace solamente la paloma. Es un deporte de duración variable, más o menos predecible, que requiere por lo general mucho esfuerzo y sin alimentación percompetitiva[5], es decir, sin que la paloma  pueda alimentarse mientras viaja, ni precompetitivo (que haya comido o bebido antes de emprender la prueba), excepto poco antes de comenzar a recorrer grandes distancias. En mi opinión no se ha establecido bien hasta ahora cómo se debería llamar a las distintas carreras que corren las palomas, porque eso de dividirlas en “velocidad”, “medio fondo”, “fondo” y “gran fondo”, atendiendo a las distancias que deben recorrer hipotéticamente, no toma en cuenta realmente el tiempo y el esfuerzo que pueden llegarles a insumir volar bajo condiciones sumamente adversas en las consideradas en primer término, ni con mucho viento a favor en las últimas. Creo, por otra parte, que si todas  las palomas corren, todas deberían clasificarse, como ocurre en las carreras automovilísticas, y más ahora que la tecnología nos permite hacer eso. Sería éste, también, un modo de ayudar a los que recién comienzan para que no se desalienten de entrada y para darle valor al esfuerzo que hicieron todas las intervinientes, especialmente las que quedan a veces afuera por milésimas de segundos. Concluyo este comentario definiendo el tipo de deporte que para mí es el Palomismo: Deporte de alta competición, basado en la intervención de los preparadores y sus respectivas palomas, con incertidumbre del medio externo, con coexistencia de una pluralidad de adversarios y de duración indefinida, cuya finalidad consiste en probar la calidad de las parejas reproductoras[6]a través de las prestaciones de sus descendientes.



Agradeceré citar esta fuente.


[1] Si fuese “mensajera”, otro sería el procedimiento.
[2] Adviertan ustedes cuán descolgado aparece ahora este término, que, por cierto, no nos dice nada por sí mismo respecto a que sea un deporte.
[3] Confrontar Breve diccionario etimológico de la lengua castellana, Editorial Gredos, Madrid 1961, pagina 200.
[4] Los colombódromos hacen tabla rasa con estas dificultades, aunque tienen otras que se evitan en los palomares individuales.
[5] Algunos deportes la permiten, pero obviamente no son afines al nuestro.
[6] El valor de un reproductor sólo se puede determinar a través de la calidad de sus descendientes.

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