lunes, 7 de junio de 2010

La Historia de Dos Historias


Quienes desde principios del siglo XIX han procurado armar la historia de las palomas mensajeras, no alcanzaron jamás a darse cuenta de que su empeño estaba dirigido en realidad a escribir la de una columba que no lo era.

Lo que ellos querían, era contar la historia de la paloma belga de carrera, pero cayeron en el error de creer que ésta era mensajera, y no una más entre las muchas que fueron de esa condición, sino la única que para ellos existía o representaba a todas.


La historia de las palomas mensajeras podría tener una antigüedad inmemorial, pero la de la otra raza comienza recién en el primer lustro del siglo XIX, cuando el deporte que las tiene por protagonistas comenzaba modestamente a esbozarse.


La historia de las palomas mensajeras tuvo que atravesar, en mi opinión, por tres períodos:


I. El de las mensajeras míticas,

II. El de las circunstanciales y

III. El de las propiamente dichas.

La historia de las belgas de carrera debió sumar una etapa más. Ellas son, siempre en mi opinión:


I. La referida a las transicionales,

II. La que detalla la creación de la nueva raza,

III. La que se refiere a las que se utilizaron siempre para correr y,

IV. La que tiene que ver con las que fueron separadas temporalmente del tronco original para que pudiesen fungir como mensajeras de nuevo cuño, tanto en el ámbito militar como en la esfera civil.


Las mensajeras míticas


Llamo yo de ese modo a aquellas de las que se dice que actuaron como tales en épocas muy remotas, pero de las que poco y nada se podría saber ya que aparecen, imperfectamente caracterizadas, en determinados sucesos claramente fantasiosos, que han llegado hasta nosotros a través de la tradición.
A veces, estas aves se hallan asociadas a leyendas de índole religiosa, en las que se las ve actuando de una manera completamente atípica, como es el caso de la famosa paloma del arca de Noé.
Pero en líneas generales, la presencia de estas mensajeras hipotéticas se asienta en conjeturas inconsistentes, como es el caso de los numerosos hallazgos, en algunos relatos antiguos, de referencias relativas a palomas indeterminadas que vivían en estado de domesticidad, a las que gratuitamente les ha querido atribuir el carácter de mensajeras.
Las palomas, al igual que otras aves, han tomado parte en la antigüedad de numerosas leyendas supersticiosas, como es el caso del misterio que les planteaban a los griegos las palomas negras del templo de Dódona, al cual Heródoto se encargó de darle la correspondiente explicación racional.
A ellas, por ejemplo, se les atribuía el poder “de interpretar” el mensaje de los dioses, por lo que, en cierto modo, podrían ser consideradas “mensajeras”, como aquellos pájaros que, según Plinio, llevaban en sus embarcaciones los navegantes chinos, los que, cuando no podían orientarse a través de los astros porque la Osa Mayor no se hallaba visible, iban dejando oportunamente en libertad para seguir su vuelo en dirección a la costa.


Las mensajeras circunstanciales


Algunas palomas comunes, no habiendo sido incluso preparadas previamente para ello, fueron utilizadas en otros tiempos como mensajeras ante la urgente necesidad de contar con un medio alternativo de comunicación, como fue el caso de las usadas durante el sitio de Mutina (c. 83-30 a.C.)
Otros dos casos indudables concernientes al uso de mensajeras contingentes, son los que tienen que ver con las empleadas en los sitios de Haarlem y de Leiden durante la guerra de los Países Bajos contra España (1566-1648.)


Las mensajeras propiamente dichas

La historia de las palomas mensajeras propiamente dichas, o sea de las que fueron elegidas cuidadosamente para desempeñar ese cometido y que llevaron a cabo dicha tarea en forma sistemática y durante un segmento de tiempo bastante prolongado, no comienza en Europa sino en Oriente Medio, aunque no se sabe exactamente dónde ni cuándo. Los musulmanes hicieron uso de ellas para intercomunicar en forma permanente las ciudades más importantes (especialmente las estratégicas) de su vasto imperio.
No se sabe tampoco cuáles razas utilizaron, pero sí que los europeos se enteraron de la existencia y utilidad del servicio que cumplían estas aves para el tiempo de las Cruzadas. El primer avistaje parece haber ocurrido en 1191, durante las operaciones militares que Ricardo I Corazón de León, rey de Inglaterra (1189-1199), llevaba a cabo con el propósito de capturar la ciudad de Acre (tercera Cruzada.)
El caso mejor documentado tuvo lugar durante la quinta de ellas, en momentos en que se hallaba en pleno progreso el intento de tomar Damieta (6 de junio de 1249) por parte del ejército del rey Luis IX de Francia. La presencia de estas aves fue registrada escrituralmente por el secretario privado de aquel monarca.
La implementación de un sistema de correos por medio de palomas advendría muy tardíamente en el continente europeo, e incluso duraría muy poco tiempo. Comenzó, en efecto, a desaparecer poco a poco desde Francia, continuando luego por Bélgica y poco después por Holanda, cuando tras ser probado experimentalmente por la Convención francesa en 1793, el taquígrafo óptico de Claudio Chappe comenzó a extenderse desde la metrópolis (París) hacia las capitales de los citados países.
Un poco más tarde, debido a la puesta en funcionamiento del telégrafo eléctrico de Morse, el servicio de correo por palomas acabaría por extinguirse totalmente en toda Europa.


Las palomas de carrera transicionales


Las primeras palomas que se utilizaron en Bélgica para correr carreras fueron precisamente las mensajeras que habían quedado desocupadas cuando fueron substituidas por el telégrafo semafórico de Chappe, en primer lugar, y por el eléctrico de Morse después, cuando el uso de este nuevo sistema se generalizó.
Parece que los primeros palomistas (en Inglaterra se hicieron algunos intentos frustrados a dicho respecto y con otras palomas en 1872), fueron los belgas afincados en la localidad valona de Lieja. Les siguieron inmediatamente sus vecinos de Verviers (situados a 22 kilómetros de allí) y un poco más tarde los que vivían en Namur (distante de la primera unos 53 kilómetros lineales.)
Parece que los primeros ensayos tuvieron lugar en 1803, y que el uso de las palomas que el telégrafo de Chappe había depositado en sus manos no debió de parecerles muy apropiado porque enseguida trataron de desembarazarse de ellas y sustituirlas por otras que fueran más rápidas y seguras.
Hasta ese momento, pues, se hubiese justificado plenamente que denominasen a dichas palomas “mensajeras” o mejor aún, “mensajeras residuales”, e incluso “mensajeras de carrera”, como dan en llamarlas algunos publicistas en nuestros propios días; pero cuando ellas fueron finalmente suplantadas por los prototipos de la nueva raza que acabaron por crear, no.


Las palomas de carrera inaugurales


Después de mucho experimentar a diestra y siniestra, tocó a un aficionado radicado en Amberes, apellidado Ulens (algunos le atribuyen ese mérito a Beernaerts, un criado suyo), la suerte de poder concertar, alrededor de 1850, un mestizaje verdaderamente exitoso.
Dicen sus primeros historiadores que Ulens obtuvo corredoras de gran valía cruzando las representantes de varias razas. Una de ellas fue la Carrier “persa” o “del este”, que al parecer había sido introducida en Europa desde Bagdad, donde oficiaba de mensajera, por los navegantes holandeses. Estaba dotada de una excelente capacidad natural para poder orientarse desde largas distancias.
Las otras pertenecieron a una raza “volteadora” no identificada; a representantes de las Smyter, provistas de moño en punta, y a una turbita que llamaban “francesa”, la que, aparte de poseer también un moño en punta similar al de las Smyters, mostraba en el pecho la “chorrera” o “corbata” característica de esa variedad.
La cosa parece no haber sido empero tan sencilla, pues algunos colombólogos hacen intervenir también en ese mestizaje a las Smerles, a las Horseman y a las Dragón.
Yo mismo creo que las palomas mensajeras residuales utilizadas al principio para correr carreras, y seguramente las mejores de ellas, se cruzaron también con los primeros prototipos de las de carrera y que, cualquiera que haya sido su patrimonio genético, acabó diluyéndose completamente en el genoma de las actuales.
Pero comoquiera que haya sido la cosa, lo que deseo poner de relieve a dicho respecto, es que para la última mitad de 1850 los belgas habían creado una nueva raza de paloma y no habían hecho esto para que oficiara de mensajera, sino para que pudiese correr carreras con la debida idoneidad.

Las palomas de carrera que siempre fueron tales


Tenemos así que desde 1850 y hasta la fecha (es decir, durante 160 largos años) y habiéndose dispersado en el ínterin a lo largo de todo el mundo, el grueso de estas palomas de nuevo cuño ha venido cumpliendo ininterrumpidamente la función para la cual fueron creadas y, por lo que podemos entrever, continuarán haciéndolo en los tiempos venideros mientras existan personas que se dediquen a esta clase de actividad.


Las palomas de carrera que resultaron segregadas

Pero una parte de ellas fue separada del resto luego de 1870, cuando su eficacia como mensajeras fue casualmente puesta a prueba durante el sitio de París, durante la denominada guerra Franco-prusiana.
A raíz de ello, numerosos países incorporaron una buena cantidad de ellas a sus fuerzas militares, con la finalidad de que pudieran ser utilizadas como tales durante el transcurso de alguna guerra o para el caso de que tuvieran que padecer una catástrofe natural que les impidiese valerse de los sofisticados medios de comunicación que poseen.
Y una buena parte de esas palomas fueron utilizadas también civilmente en algunos países para cursar mensajes periodísticos o comerciales, pero se fueron dejando poco a poco de lado.
Esto último está ocurriendo también desde hace algunos años con las palomas belgas de carrera puestas al servicio de los organismos militares para poder ser utilizadas eventualmente como mensajeras.
Pocos países quedan ya que sostengan un servicio auxiliar de estas características y es de prever que en algunos años más, ya no habrá fuerza militar alguna que quiera sostenerlo.
Podrían implementarlo rápida y eficientemente, llegado el caso, utilizando las que los palomistas hemos venido seleccionado esmeradamente y sin solución alguna de continuidad desde 1850 hasta hoy.
Después de todo, eso fue precisamente lo que el gobierno francés hizo cuando, conforme había previsto el ilustrado súbdito belga Víctor Carlos Deseado de la Perre de Roo, sus comunicaciones quedaron deshechas por los prusianos.


Como puede verse fácilmente ahora, encontramos aquí implicadas dos historias: una es la que corresponde a las palomas mensajeras y la otra es la que tiene que ver con la belga de carrera.

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