viernes, 24 de diciembre de 2010

El extraño caso del hombre y la bestia (XIII)


13.  LA MADRE DE LAS HISTORIAS.  Parte novena.  

 Mitos, supersticiones, hechicerías, cábalas, alquimias y sortilegios (continuación)



P
ara el tiempo que le tocó comenzar a ejercer su profesión al doctor Panettieri, era prácticamente un axioma tratar de mantener sanas las aves de corral mediante el uso de medicamentos “preventivos”. Se usaban los antibióticos de tres maneras: en cantidades subliminales, las suficientes como para frenar un poco la actividad de las bacterias del tracto digestivo, con vistas a obtener una mejor postura, nutrición y desarrollo ponderal; como preventivos, utilizándolos en dosis menores que las curativas, a modo de cerco perimetral, por las dudas el enemigo estuviera tratando de engañar a los centinelas; y como curativos, esto es, en las dosis adecuadas y durante el tiempo correspondiente en cada caso, para acabar totalmente con el agresor. Como, para citar un caso, los pollos parrilleros debían adquirir el tamaño y el peso requeridos para, a la edad más conveniente, eso es, sin tener que invertir en ellos más de lo debido, pudieran ser sacrificados y enviados al mercado, las dosis subliminares y las preventivas les venían a sus productores al pelo. Y las normas alimentarias lo permitían, siempre y cuando fueran sacrificados siete días después de interrumpir dicho suministro. Si las bacterias se habían vuelto resistentes en el ínterin, seguramente no sobrevirarían a la subsiguiente cocción de los pollos, así que no había nada que temer. Pero el uso dado en los dos primeros casos con relación a las aves que no iban a ser sacrificadas en el corto plazo, hizo que la resistencia presentada a los antibióticos por parte de las bacterias se convirtiera en un serio problema para la salud de las mismas. Esto se volvió evidente y espectacular entre nosotros, cuando comenzaron a observarse casos peligrosos de resistencia bacteriana en el aparentemente aséptico interior de los hospitales. Sucedió que su uso preventivo, había estimulado la aparición de una multitud de bacterias extremadamente virulentas y provocado el deceso de varias de las personas allí internadas. Tan alarmados estaban los médicos que aconsejaron no administrarlos en pacientes cuya enfermedad hubiese sido provocada por un virus (porque ellos no sirven de nada en tales casos), salvo que se necesitara tratar también una enfermedad oportunista. A causa de esta obstinada resistencia, los fabricantes de antibióticos se vieron precisados a tratar de hallar constantemente otros nuevos y, como van las cosas, hasta los últimos acabarán fatalmente por volverse inefectivos si no se toman las debidas precauciones. Yo creo que el doctor Panettieri debió de habernos alertado a este respecto; desaconsejando --de paso-- los tratamientos preventivos y curativos rutinarios de cualquier clase que fueren, incluyendo los pergeñados por él mismo, sugiriéndonos que acudiésemos a un profesional del ramo cada vez que creyésemos que nuestras palomas pudieran estar enfermas. No se debe medicar a tontas y a locas. No se debe tampoco hacerlo “por las dudas”. Sólo un médico veterinario especializado puede diagnosticar la presencia de una enfermedad en nuestras aves, localizar al agente etiológico y determinar qué fármacos debemos usar, en qué dosis y durante cuánto tiempo, para lograr su correcto tratamiento. Algunos creen también que fue el doctor Panettieri quién nos metió en la cabeza el omnipresente fantasma de las enfermedades y que a causa de eso es que hoy creemos que todas nuestras palomas están enfermas o podrían enfermarse en cualquier momento. Yo pienso que no fue así, porque asistí a algunos de sus cursos sobre inmunidad y profilaxis, de modo que no dudo que fuimos nosotros mismos quienes inventamos ese espectro. No fue tampoco su culpa que algunos impidan a sus aves posarse en la tierra por el temor cerval que les tienen a los tetrameres. Nos queda ahora por ver el problema de la medicación precompetitiva. Es esta una decisión absolutamente desastrosa. Para empezar, ni siquiera es infalible, porque las palomas también pueden clasificarse mal estando bajo los efectos de los medicamentos y ganar sin que se los hubiesen suministrado. Hay que tener palomas sanas, buenas, bien entrenadas, enviarlas en las mejores condiciones que puedan alcanzar y esperar tener un poco de suerte, porque aún así el tiempo atmosférico nos puede jugar una mala pasada. La medicación mal orientada y mal suministrada va a terminar finalmente con nuestras aves, al convertirlas en sujetos inferiores que ya no valdrá la pena criar. No mediquemos por nuestra cuenta. No obremos como hipocondríacos, medicando a nuestras aves “por si acaso”.  Utilicemos la ayuda profesional. Una vez le preguntaron a un  médico en qué dosis se podía usar determinado medicamento. --Las menos posibles, contestó. Había otro señor que se automedicaba siguiendo las indicaciones que leía en cierto libro de medicina. Al enterarse de eso, un doctor le dijo: --Señor mío: cualquier día de éstos usted se morirá de una fe de erratas.


Agradeceré citar la fuente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario