viernes, 24 de diciembre de 2010

El extraño caso del hombre y la bestia (VIII)

8.  La madre de las batallas.  Parte cuarta: Ayer, hoy, mañana 


D
ije en mi anterior comentario que me parece que ya no se practica en nuestro medio el tipo de colombicultura que sería de desear. Nos hemos olvidado de que nuestra paloma, como raza en formación que aún sigue siendo, puede y necesita alcanzar todavía una mayor perfección. Doscientos cinco años no son nada frente al tiempo que se toma la naturaleza para parir una nueva especie. La selección artificial, bien fundamentada y continuada a lo largo del tiempo con el debido denuedo, puede lograrlo con increíble rapidez, es cierto, pero siempre y cuando no se pierda de vista el objetivo que justificó la creación del nuevo animal. Si en un momento dado, como creo que ocurrió con nuestro colúmbido, se lo dejara librado a su propia suerte, ya no sería lo que podría haber sido bajo un estricto control cultural, sino que se convertiría en el resultado de las fuerzas ciegas de la casualidad. Los que conocimos cómo eran las representantes de esta raza en ciernes en la primera mitad del siglo pasado, sabemos perfectamente que ellas no son las de hoy. Eso sería bueno si nosotros hubiésemos provocado ese cambio y anduviésemos por el buen camino. Pero éste se ha producido accidentalmente y pareciera que fuera en dirección de la Columba livia domestica, de “la casera” que todos conocemos. No se ha cumplido siquiera el sueño de los esteticistas, el del estandarte de la raza, porque fue una tontería pensar que la solución pasaba únicamente por ahí. Las exposiciones, durante muchísimo tiempo, basaron los resultados sólo en la belleza corporal de los ejemplares presentados y eso produjo la decepción de los expositores. Veían que ejemplares bien conformados físicamente pero que no eran mejores que los suyos corriendo, eran dejados completamente de lado por los encargados de justipreciarlos. Sólo más recientemente y viendo que se estaba cometiendo una verdadera insensatez, se comenzó a tomar en cuenta también sus antecedentes deportivos; pero no fue nada más que un cambio inconsecuente. Más que por el estandarte de la raza, se tendría que haber seleccionado por el estandarte de las distintas variedades de la raza que han demostrado hasta ahora, fuera de toda duda razonable, reunir las dos condiciones que deben presidir la búsqueda de la perfección en nuestras aves: la belleza física y la calidad mental. Para dar un ejemplo, si esto se hubiera hecho desde antiguo, tendríamos las Ulens por un lado, las Wegges por otro y así sucesivamente, hasta llegar a las Janssen, las Stichelbauts de la línea de Michel Descamps Van Hasten y las de la estirpe de Daniel Labeeuw, las Armas Baker, etcétera, etcétera. Cada cual tendría así oportunidad de crear su propia variedad, con la condición de que ella hubiese demostrado ser de primerísima calidad. Así, si hubiésemos elegido cultivar las Janssen, por ejemplo, aparte de las notables cualidades físicas y síquicas de esta variedad, sus representantes  deberían presentar además, en las exposiciones, sus respectivos antecedentes deportivos. Y la cosa andaría mejor si se tomara en cuenta no sólo cómo el ave clasificó en tales o cuales carreras, imposibles de comparar con otras prestaciones foráneas, sino también cómo llegó a su palomar cada vez que se la envió en concurso. Y ya que estoy tratando (bastante por arriba) esto de las controvertidas exposiciones, permítaseme decir que a mí me parece un verdadero despropósito hablar de “jurar” un vacuno, un equino, un ovino, una gallinácea, una colúmbida o cosas por el estilo. Creo que vendría mejor hablar de “juzgar” la calidad de los mismos, porque los jurados, juran y los jueces, juzgan. Pero volviendo al tema central de este asunto, seguramente alguien me enrostrará el hecho, por demás evidente, de que, a pesar de lo que llevo dicho acerca de la falta de actitud colombicultural que creo observar en nuestro medio, nuestra paloma  ha mejorado notablemente después de todo (aunque no sepamos todavía en qué podría terminar esto.) Sí, es verdad. Hay algo que viene preservando, aunque precariamente en mi opinión (y hasta por ahí nomás), esa cualidad intrínseca que hace que una paloma de carrera sea lo que es o, si lo prefieren mejor expresado, que la capacidad de orientación a distancia continúe perdurando en las que sigue perdurando. Con este juego de palabras quiero significar que ella se hereda pocas veces en su máxima expresión; muchas, más o menos y en algunos casos, está completamente ausente. Dejando de lado todo aquello que ha contribuido a hacer que la paloma de carrera de nuestros días sea notablemente superior a las de antaño (en materia de sanidad, especialmente), entre los que puedo citar: la mejor crianza que reciben, el adecuado alojamiento, el progreso alcanzado en materia de transporte, el menor tiempo  que permanecen en las jaulas, etcétera, hay algo que, a pesar de nuestra falta de preparación colombicultural y de no saber qué es lo que tendríamos que hacer, viene salvando a nuestra paloma de su probable declive, y a esto se lo llama “gimnástica funcional”. Se trata de su constante envío a las carreras, hacer que se orienten y vuelvan, lo que ocasiona la selección sui generis de las más aptas, y su uso ulterior como reproductoras. Pero ¿qué pasa con las que no corren? (Eso es harina de otro costal.) La selección por la canasta actúa al principio de filtro, porque las que no han podido orientarse o no tienen suficiente vitalidad, se quedan enseguida por el camino. Pero habiendo atravesado esa etapa, ella lo hace  “a su modo” y sobre parámetros que no son del todo fiables. Nos permiten valorizar aquellos animales que parecieran ser los más rápidos y regulares en un momento dado y según la manera en que se haya  comportado el tiempo. Pero todos los años no son iguales y las palomas que marcaron bien durante una temporada no necesariamente tienen que desempeñarse igual en la siguiente… pero uno cree que es sí. Tal vez sea éste un procedimiento realmente valioso para aquellos que importándoles sólo el juego, sacrifican directamente a los jóvenes que durante el primer año de vida no tuvieron un desempeño exitoso; pero no es el que yo recomendaría, porque hay que darles tiempo para que demuestren que sólo fueron quizá unos malos comienzos. Los animales de fondo no son iguales a los velocistas, que son los que las jaulas principalmente seleccionan.  A los de fondo hay que “descubrirlos”. (Me gusta usar esa palabra porque la verdad es que siempre estamos tratando de “descubrir” todo lo que no estamos ni estaremos jamás seguros de haber obtenido realmente.) La ventaja que tiene la metodología salvaje, para los que ya no sienten escrúpulos, es que esas palomas que llegaban un poco tarde pero enteras, habiendo sido sacrificadas, jamás podrán demostrar que eran en realidad más aptas que las otras. Y que nunca podrán arrepentirse de haber cometido  la terrible equivocación de arrancarles la vida. En los cincuenta y siete años que llevo de antigüedad en estos lances, jamás he encontrado un solo aficionado que estuviese completamente seguro de lo que hacía a la hora de acasalar sus palomas y menos aún, uno que hubiese acertado siempre. Todos hablamos de “descubrir” (por casualidad) un buen casal o una buena corredora. Así que, como están planteadas las cosas, jamás vamos a poder confiar en la presunta bondad reproductiva de las palomas que pasamos a la reproducción… a menos que hayamos “descubierto” fortuitamente una yunta “pegada”. Y esto pasa porque aún no se ha podido conseguir que (las más de las veces) lo de afuera tenga correspondencia con lo de adentro; que lo que podemos mirar sea un correlato de lo que no podemos atisbar de ningún modo, pero que debería existir seguramente. Que se establezca, en suma, la síntesis que debería existir necesariamente entre la calidad orientativa y la fisiología y la morfología que resultaren, finalmente, las más aptas para poder sacar de ellas el mayor provecho. Eso era precisamente, lo que querían conseguir nuestros decimonónicos pioneros. Así que si no se ha seguido mejorando conscientemente la raza que aquí nos ocupa, tolerando que ella se halle aún en veremos, no nos quejemos por los resultados.

Agradeceré citar esta fuente.

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