domingo, 12 de diciembre de 2010

A la Búsqueda de las Mensajeras Romanas e Italianas


Por Juan Carlos Rodolfo Ceballos

Extractado de mi libro: “La verdadera historia de las palomas mensajeras” (Un Cacho de Colom & cultura.) Agradeceré citar dicha fuente.

En los escritos de los antiguos romanos podemos encontrar numerosas referencias sobre la existencia de palomas domesticadas en el territorio de lo que es hoy la república de Italia y los enclaves independientes de San Marino y la Ciudad del Vaticano.
Plinio el Viejo (23 a.C.-79), según vimos, en su “Historia Natural” hace referencia al enorme desarrollo que el cultivo de ciertas palomas, infortunadamente no identificadas, había alcanzado por aquellos tiempos y al increíble precio que algunas de ellas llegaron a alcanzar al ser vendidas.
Cita como ejemplo concreto de esto último a un tal Axio quien, antes de las guerras de Pompeyo (que tuvieron lugar entre el 51 y el 50 a.C.), había logrado vender una en cuatrocientos dineros, una suma verdaderamente exorbitante.
A través del mismo autor hemos venido a saber, además, que se las criaba con tanta dedicación, que hasta se podía conocer la ascendencia de cada una de ellas.
Si bien no indica a qué raza o variedad pertenecerían aquellas valiosas aves, podemos suponer, habida cuenta de la designación que hoy tienen las subsistentes de esa misma extracción, que pudieron ser éstas las predecesoras de las que hoy conocemos con el nombre de “romanas” (C. livia romana), denominación ésta que hace obvia referencia a su origen.
Así y todo, los expertos en estas cuestiones piensan que estas columbas “romanas” podrían ser en realidad oriundas de Campania, una región meridional de Italia, situada junto al mar Tirreno, entre el Lacio y Basilicata, la que en el siglo IV antes de Cristo se había convertido en el lugar turístico favorito de los romanos acaudalados.
Así y todo, algunos colombólogos quisquillosos la consideran más bien francesa, debido a que fueron los criadores parisinos quienes se ocuparon de mejorarla hasta llevarla al grado de perfección que hoy muestra.
Sea como fuere, se asegura que en tiempos del imperio romano eran criadas en cautiverio y que las del siglo I d. C., eran las de mayor tamaño entre las de su clase.
Hoy, en la secuencia de razas presentables en las exposiciones, a pesar de su gran tamaño, figura en el Grupo I, reservado a las palomas de forma.
Se trata de una colúmbida voluminosa, apta por lo tanto para criar pichones destinados al consumo. Pesa unos 1.200 gr., tiene unos 42 cm de largo y una envergadura alar de 75 cm. Su pico es negruzco, las ceras gruesas y blancas en la base del pico y rojizas alrededor de los ojos y el iris blanquecino. Las alas, plegadas, llegan hasta el extremo de la cola. El dorso es largo y generalmente plano. Tiene las patas cortas y de color carmín.
Entre los colombicultores actuales no goza de buena fama, porque su fecundidad es mediocre y, además, es mala criadora.
Lo señalado por Plinio respecto al esmero con que se cultivaban en Roma las palomas de su tiempo, nos permite inferir que se las alojaba en palomares especiales, no muy grandes ni demasiado poblados, condiciones éstas indispensables para que sus propietarios pudieran conocerlas bien a todas.
Decimos esto porque, como veremos un poco más adelante, en las villas romanas existía otra clase de palomares. Eran éstos de grandes dimensiones y capaces de albergar a más de cinco mil sujetos, cantidad desmesurada ésta que haría prácticamente imposible poseer un conocimiento minucioso de cada uno de ellos.
Otras palomas domésticas consideradas italianas son la Piacentini, muy afín a la anterior, de cabeza y pies calvos, que algunos llaman también (y muy sugerentemente por cierto) “Pequeña romana de reproducción”. Es más chica que la anterior y debe su otro nombre al hecho de que su crianza no presenta ninguna dificultad. En atención a su apelativo, se cree que es oriunda de Piacenza (antigua Placentia), ciudad septentrional de Italia y capital de la provincia del mismo nombre, situada en la región de Emilia-Romaña, próxima a la confluencia de los ríos Po y Trebbia, en la llanura de Lombardía; entre las de gran tamaño, llamadas “palomas gallina”, porque su morfología recuerda mucho a las de las gallináceas, encontramos a la Florentina, de porte erecto, constitución robusta y cuerpo ancho y corto, cabeza ancha y tarsos muy fuertes. Procedería de Florencia, (en italiano, Firenze; antigua Florentia), ciudad del centro de Italia, capital de la provincia del mismo nombre, ubicada en la región de Toscana, a orillas del río Arno; tenemos después a la Romagnola, oriunda presuntamente de la provincia de Romagna. Ella es más bien corta y rechoncha, con el pecho ancho y tarsos abundantemente calzados. Su pico es ligero y fino y las ceras son lisas; la Sottobanca, una de las más apreciadas por los colombicultores habida cuenta de su rusticidad y más que nada a que es una óptima criadora y les proporciona a través de sus crías una abundante y suculenta carne. Es bastante más pequeña que la Romana. Vienen a continuación las Triganinas Modenesas, nombre compuesto derivado de “triganiere”, designación dada al colombófilo modenés, y por supuesto, de Módena, ciudad del norte de Italia y capital de la provincia homónima, en la región de Emilia-Romaña, antiguamente llamada Mutina, de las que existen tres variedades: las Gazzi (“picazas”) y las Schietti (unicolores), y las Magnani, aptas también para el consumo, como que figuran también en el grupo de las palomas gallinas.
La paloma denominada “Gallina italiana o liornesa (de Liorna), por su parte, muestra un cuello largo, arqueado; su pico es grueso y de dimensiones variables, el cuerpo es rechoncho y la cola erguida. Se dice que al ser cruzada dio lugar a la Florentina.
Contrastando con todas, especialmente en cuanto al tamaño, encontramos a la Gaviotilla o Acorbatada italiana, variedad seguramente de las asiáticas, de tamaño pequeño, pico corto o algo mediano y plumas rizadas en la parte anterior del cuello (llamada indistintamente “corbata” o “chorrera”.) Adopta una posición vertical y recuerda mucho a las Modenesas.
Y esto es todo lo que podemos decir acerca de las palomas domésticas “italianas”.
Mucho es lo que se ha dicho acerca de las palomas mensajeras de esta extracción, pero la verdad es que ni siquiera lo fueron en sentido estricto las que actuaron como tales en el sitio de Mutina.
Recordemos que Plinio y Frontino señalaron que en ocasión de tener lugar aquel suceso, ocurrido en el 43 antes de Cristo, se usaron como mensajeras unas palomas no identificadas, las que, como vimos también en su momento, a pesar de que no habían sido preparadas para llevar a cabo ese menester, sirvieron de todos modos para mantener medianamente informados a los sitiados de la ayuda que estaban recibiendo exteriormente por parte del ejército de Aulo Hircio.
¿Habrán sido éstas las “modenesas” precitadas? ¿Cuáles de ellas? Hoy cuenta con más de cien variedades. Los entendidos dicen que, a parte de ser muy prolíficas y dar buen rendimiento de carne, estas palomas resultaban muy aptas para practicar el juego ese que se practicaba también en España y en Inglaterra, consistente en soltar al unísono las pertenecientes a varios plomares, previamente hambreadas, y una vez que se habían mezclado bien, a cuyo efecto se servían de banderas, llamarlas a comer en un momento determinado y apropiarse de las que entraban en los palomares ajenos, pidiendo por lo general a sus dueños una recompensa dineraria por su rescate.
Aseveran asimismo que en otro tiempo fueron ellas palomas de alto vuelo y que los primeros documentos que hablan acerca de las mismas datan del siglo XIV, época en que eran utilizadas “en acciones cercanas a la piratería”. Las actuales son, obviamente, de creación relativamente reciente.
Así que, nos hubiésemos quedado con lo expuesto en letras de molde por Plinio y Frontino si no hubiera pasado que, al referirse a dicho episodio en su Colombofilia, se le ocurrió a Castelló y Carreras agregar lo siguiente: “Aunque nada diga la historia, todo permite creer que, una vez conocido el medio, siguió empleándose en lo sucesivo; y no falta quien atribuya a ese sistema de comunicación el pronto conocimiento que tenía César de las frecuentes sublevaciones de las Galias.”
Apoyándose en estas flagrantes suposiciones, algunos comentaristas dieron por sentado que los romanos las habían utilizado efectivamente y de manera sistemática de ahí en más, y que lo dicho acerca de Julio César en la Guerra de las Galias era también verdad.
Afirmaron entonces que los romanos habían conocido las virtualidades de ese sistema de comunicación aéreo a través de los griegos y que, además, fueron ellos los primeros que las utilizaron en el teatro de la guerra; que los gladiadores solían emplearlas para anunciar sus victorias, a cuyo efecto sujetaban unas cintas de colores a sus patas y que el emperador Nerón (37-68 d. C.), solía utilizarlas para hacer conocer a sus familiares y allegados los resultados de los juegos imperiales. ¿Fue así realmente? No hemos encontrado referencia fehaciente alguna a dicho respecto. ¿Las utilizaron en las operaciones militares?
Nosotros no hemos encontrado documento histórico alguno que confirme el uso de palomas mensajeras por parte de los romanos en sus guerras de expansión. Y a decir verdad, nos llama muchísimo la atención que pudiera haber sido así, ya que en esa época (y no sólo entre los romanos) las comunicaciones militares se canalizaban invariablemente a través de mensajeros humanos, que se desplazaban a pie o a caballo y, cuando la ocasión lo imponía, utilizando señales ígneas.
Pensamos, pues, que sería de gran importancia para nosotros pasar revista a las distintas modalidades de comunicarse utilizadas durante la época a la que estamos haciendo referencia, a fin de verificar si entre ellas se encuentra el servicio de correo por palomas.

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